Opinión

La soledad de Jeanine y el fracaso del diálogo político

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Con un sabor amargo en la boca, al igual que la mayoría de los bolivianos, debió quedar la presidenta Jeanine Añez, cuando concluyó este domingo el diálogo que convocó con actores políticos, eclesiásticos y sociales para bajar la tensión y pacificar al país. No se logró el objetivo porque los comediantes clave, no asistieron y los políticos que fueron, tienen una mínima representación y más bien, aprovecharon el escenario para hacer política. Y al no contar en su gabinete con lobistas políticos y estrategas de peso, debió hacer como en el fútbol: tirar el córner, cabecear y atajarlo. Por eso la vimos iniciar la reunión y sufrir un ataque de una desconocida candidata y después cerrar el mismo con una propuesta de conformar una “comisión negociadora”, con jugadores “suplentes” que no disputarán el principal partido político.
Lejos quedaron los días en que su presencia despertaba admiración y respeto. Lejos quedaron los días en que era aplaudida y hacían colas para tomarse fotos con ella. ¿Qué sentimientos habrán inundado su alma al notar el rechazo, la falta de respeto a la investidura presidencial o darse cuenta de lo efímero de las mieles del poder? ¿Cuánta amargura sintió desde horas antes del encuentro cuando sus principales invitados, Carlos Mesa, Luis Fernando Camacho, Jorge Tuto Quiroga y Héctor Arce le informaron y lo hicieron público, que no iban a asistir? Cuán frustrada debió sentirse cuando desde la Central Obrera Boliviana y el sector campesino indígena, punta de lanza de las protestas en las calles, vieron como signo de debilidad su invitación y subieron su apuesta, ya no solo quieren elecciones el 6 de septiembre, sino también su renuncia.
Debió dormir sintiendo la soledad del poder en sus narices y como un mal sueño presagiar el resultado de su convocatoria. Al día siguiente, cómo habrán resonado en sus oídos sus pasos en el Palacio de Gobierno ante la ausencia de los presidentes de la Cámara de Diputados, Sergio Choque, y de Senadores, Eva Copa; dirigentes de la Central Obrera Boliviana (COB), Pacto de Unidad y cinco frentes políticos.
Sus ojos negros habrán buscado consuelo en la presencia del presidente del Tribunal Supremo Electoral (TSE), Salvador Romero; los ministros de la Presidencia, Yerko Núñez, y de Defensa, Luis Fernando López. Y ya más resignada, en los delegados de los partidos Juntos, Pan-Bol y ADN, el sector de transporte pesado y representantes de la Iglesia Católica, la Unión Europea y las Naciones Unidas como observadores.
Y no es para menos. Ya se cumple una semana desde que el Movimiento al Socialismo, decidió movilizar a sus bases y cobrar favores a sus alfiles puestos a la cabeza de instituciones sociales, gremiales, laborales y campesinas, cooptadas por su régimen. El resultado es que hay más de 60 puntos de bloqueo en el país y ante la pasividad del gobierno, ya envalentonados, han pasado a la fase de las agresiones y enfrentamientos con la población afectada, lo que les da el plus de una mayor cobertura periodística y la mirada internacional se hace más evidente.
Cuánto habrá extrañado a su lado a esos grandes negociadores que elaboran una hoja de ruta y como en un tablero de ajedrez definen la estrategia que seguirán para lograr un resultado donde todos ceden, pero a la vez en la negociación todos sienten que ganan. Lo que los bolivianos vimos en la transmisión televisiva, fue a una Presidenta expuesta que rápidamente fue puesta en jaque porque sus alfiles, torres, caballos o peones, no salieron al frente a protegerla y fue ella misma convertida en una reina (y paradójicamente siendo el rey) quien ante el fracaso inminente debió hacer “tablas” convocando a una comisión.
Algunos se lo atribuyen a Juan Domingo Perón, otros a Napoleón Bonaparte, y hay otros que dicen que el militar francés se la robó a Juana de Arco, lo cierto es que todos estaban cerca de la verdad sobre la siguiente sentencia: “Si quieres solucionar un problema, nombra un responsable; si quieres que el problema perdure, nombra una comisión”. De hecho, sobran ejemplos que les dan la razón, ya sea en las instituciones públicas, empresas, asociaciones ciudadanas e incluso en una pacífica comunidad de vecinos.
Pero, ¿qué más le podemos pedir a Jeanine, si llegó al sillón presidencial de carambola? Gracias a los designios de la providencia, sin descollar cumplía su segunda gestión parlamentaria y fungía como la segunda secretaria por la minoría en el Senado. Durante las manifestaciones previas a las elecciones del pasado 20 de octubre y las posteriores protestas, que luego de 21 días de paro desencadenaron en la renuncia y apresurada salida del poder del régimen de Evo Morales, Jeanine Añez Chávez, tampoco hizo escuchar alguna opinión que la pusiera en la agenda nacional de los medios de comunicación. Es más, ni siquiera era conocida entre el total de los periodistas que cubren el área política.
Sin embargo, como si fuera una travesura de los dioses del olimpo, los líderes cívicos, a la cabeza del entonces presidente del Comité pro Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, pese a las presiones políticas de la oposición parlamentaria que veían en Oscar Ortiz a la persona que debía ocupar el sillón presidencial, decidieron frenar esas ambiciones mezquinas y trasladar desde su natal Beni a la parlamentaria que por sucesión de renuncias de las autoridades legislativas del MAS, debía ocupar el cargo como titular del Ejecutivo con una doble tarea: pacificar el país y posibilitar la convocatoria a elecciones nacionales en el menor tiempo posible.
A nueve meses de su escalada a la presidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, ambas tareas siguen todavía pendientes y como en un nefasto guion de una tragedia griega, nuestro país se encamina a repetir los desagradables y sangrientos capítulos vividos en octubre y noviembre de 2019.

Por: Daniel Castro

Periodista
Vicepresidente de la Asociación Nacional de Periodistas de Bolivia

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