Los dos son tan responsables como pretenderán lavarse las manos de una realidad que no se dice: el paro indefinido ha contaminado de violencia las relaciones sociales y humanas.
El gobierno, la gobernación de Santa Cruz y el Comité Cívico, ciegos, sordos y mudos, se han enfrascado en esta odisea censal con el único objetivo de demostrar quién tiene más poder y quién es el que manda en este departamento.
El Censo, si el Censo es un derecho que tenemos todos y es una obligación del Estado de realizarlo cada diez años. No lo hizo. Debe haber sanciones para los INcapaces.
Estos 32 días de paro-bloqueo indefinido nos deja una sociedad herida, enfrentada, confrontada y desangrada en sus sentimientos de vecindad y pertenencia identitaria.
Lograron confrontar y abrir más las brechas entre collas vs cambas, blancos vs indios, pobres vs ricos, yescas vs platudos, masistas vs pititas, cruceños vs cruceños. Este es el mayor logro del poder nacional y departamental: sembrar la semilla del odio y odiarnos más entre ciudadanos de una misma sociedad.
Los empresarios, el Ministro de Economía, la prensa se lamentan de que el paro indefinido ya generó una pérdida económica de más $us 1.000 y que las empresas están en crisis. Ese no es el problema, al fin y al cabo, la vocación productiva y de temple de los cruceños lograrán recuperar esas pérdidas.
Pero la mayor pérdida que debemos afrontar y analizar es aquella que tiene que ver con las actitudes, el sentimiento y los valores que encarna todo ser humano. El paro nos violentó, nos perforó y abrió el demonio que tenemos en nuestro interior. El paro ha sido y es un golpe muy bajo a los derechos humanos y a la convivencia social.
En cada urbanización o barrio se pelearon y se insultaron vecinos contra vecinos, parientes contra parientes, ciudadanos contra ciudadanos. Unos apoyando el paro-bloqueo y otros queriendo salir de sus casas para cumplir con su jornada laboral, una emergencia o simplemente para darse un paseo.
Ahí están tantos casos de la violencia desde el Estado: el accionar irresponsable de la Policía que permitió las peleas entre los sectores; la manipulación de la justicia para encarcelar a los reclaman censo; el alargue del conflicto que permitió el gobierno y tratar a este reclamo legítimo con las patas, y otros hechos.
La violencia desde los ciudadanos que bloquearon a otros ciudadanos, generando daños contra nosotros mismos: órdenes para no pasar en los puntos de bloqueos, exigencias que deben mostrar certificados de trabajo, amenazas contra los que cuestionan la protesta, controles estrictos para evitar el traslado de gente, vulneraciones a los derechos humanos al trabajo, a la salud, a la vida, al transporte, etc.
Cuando vemos a jóvenes y mayores apuntando con sus cohetes a los otros y éstos respondiendo de la misma manera, gritándose insultos de todo calibre significa heridas que se han abierto de forma lacerante, que nos cuestionan si la violencia será la dosis diaria en nuestras relaciones sociales.
El paro nos ha contaminado con el virus más poderoso contra la humanidad: el odio frente al otro y el miedo de que el vecino es mi enemigo, el miedo a vivir siempre en alerta. El miedo y la violencia son dos aliados necesarios del poder y los poderosos.
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